Cuando un autor logra cierto éxito de ventas, no es nada extraño que con el tiempo comience a padecer el llamado "síndrome factoría". El escritor se convierte en perro viejo y descubre tras varios superventas cuál es la fórmula del éxito y qué caminos ha de seguir para repetirla. Para los escritores-factoría pasó la época de arriesgar el tipo en pos de la originalidad y el arte; es mejor vender entretenimiento que jugársela intentando hacer pensar o maravillar. Ese selecto grupo de millonarios es bastante conocido, y en él hace un tiempo que reside, cada vez más a gusto, Michael Crichton.
En todo caso, conviene no equivocarse. Para quien sufra ataques agudos de eclecticismo, como es mi caso, y pueda disfrutar con el entretenimiento manufacturado, Rescate en el tiempo es una buena inversión. La historia es bien sencilla. Un profesor de universidad americano decide, aprovechando una nueva tecnología basada en la física cuántica, darse un paseo por la Francia de 1357. Algo sale mal y queda atrapado en un breve episodio de la Guerra de los Cien Años, por lo que decide escribir y enterrar una nota en la que pide ayuda a sus alumnos, los cuales se encuentran realizando excavaciones sobre esa misma zona en la actualidad. Los muchachos, atravesando al igual que él antes la espuma cuántica, se lanzarán al rescate sin pensárselo dos veces.
Sigue una serie de aventuras en el medievo al más puro estilo Crichton. Hay una multinacional malvada, un megalómano de ego gargantuesco, un detallado informe científico para profanos en la tecnología de turno (en este caso sobre física cuántica), unos personajes diseñados con las aptitudes necesarias para escapar de los problemas que surgirán más adelante y, como escenario, un lugar bien documentado e imaginado al milímetro en el que encerrar la inevitable acción. Todo ello envuelto en su saber hacer de siempre, sin dar tregua al aburrimiento -no se para ni un instante-, y evitando en lo posible el cansancio del lector con la utilización de una técnica, muy habitual en él, consistente en ofrecer descansos cada dos páginas.
En realidad, Rescate en el tiempo contiene una historia bien fabricada pero de una previsibilidad frustrante. Desde el momento en que se conoce a los personajes y la localización en la que han de vivir sus aventuras, se sabe quién morirá, quién sacara las castañas del fuego a los demás y dónde acabará el conflicto. Es de agradecer, eso sí, que el autor huya de convertir su novela en el enésimo what if, negando a sus personajes la posibilidad de utilizar ningún tipo de elemento sensacionalista actual como sí sucediera, por ejemplo, en la famosísima obra de Mark Twain Un yanqui en la corte del Rey Arturo. Aquí los protagonistas luchan por sus vidas en igualdad de condiciones, recorriendo la Francia del siglo XIV en lo que no pretende ser más que la aventura de varios jóvenes en un pasado tan atractivo como peligroso; un fin de semana en la Baja Edad Media.
Este libro no está dotado de la profundidad del maravilloso El libro del día del juicio final, de Connie Willis, pero cuenta con una historia amena, bien narrada y con la que se puede disfrutar siempre que, como dije antes, no importe al lector descubrir el más que evidente esquema Crichton que emana de sus páginas. Por esa razón, ni el castigo final al malo de la obra (¿un homenaje a Willis?), que sorprende por excesivo, ni la obvia pregunta que se hace el lector al terminar la novela (sin destripar el final: ¿por qué, simplemente, no vuelven más tarde a por ellos?) son bagaje suficientemente negativo para anular el entretenimiento que ofrece esta obra sin pretensiones.
Santiago L. Moreno
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