El Caribe del siglo XVIII es un escenario de lo más atrayente para la literatura de aventuras. De sus nebulosas fuentes históricas y leyendas más o menos conocidas han salido obras tan importantes como La isla del tesoro, basada, como la historia que nos ocupa, en las andanzas del pirata Barbanegra, el último de los grandes filibusteros que asolaron aquellos mares. Los relatos de navegantes son un mundo aparte con su propio lenguaje y un gran atractivo para muchos lectores; si además se le añade una gran dosis de folklore caribeño, repleto de zombies, brujos, la fuente de la eterna juventud, barcos fantasma y demás zarandajas, parece que estamos ante una novela atractiva para muchos tipos de público y capaz de hacer disfrutar a todos ellos.
Entonces, ¿por qué tengo la impresión después de leer En costas extrañas de que algo falla? Bueno, quizás sea porque el señor Powers se limita a pasar por todo lo anterior a vuelapluma como si lo único importante en el mundo fueran las desgracias de su personaje de turno. No profundiza en la Historia, lo que, a mi manera de ver, es un pecado muy gordo tratándose de unos tiempos tan interesantes. Nos cuenta cuatro cosas sobre vudú (o vodún), y cuatro de creencias y dioses afrocaribeños (si están interesados en ellos les recomiendo Ladrona de medianoche, de Nalo Hopkinson, novela que profundiza bastante más), y se aprovecha de lo relativamente mal conocida que es la historia del pirata Barbanegra para introducir toda la trama mágica, lo que es un acierto, pero, por lo demás, este nuevo título podría ser un calco de Esencia oscura: un personaje totalmente ajeno a lo que ocurre que se ve envuelto sin querer en una historia de búsqueda de focos de mágicos de poder (la cervecería vienesa en Esencia oscura, la fuente de la eterna juventud en este caso) que le llevan de enfrentamiento en enfrentamiento (prácticamente cada capítulo tiene un clímax en el que el héroe queda en cliffhanger, para salir del aprieto en el siguiente) con lo que va recibiendo heridas y poder o conocimiento (lo que no te mata te hace más fuerte) hasta llegar al combate final.
Sólo que, como digo, ni en Esencia oscura el ambiente del sitio de Viena por los turcos era demasiado evocador, ni en esta ocasión Powers logra llevarnos al mundo de los piratas del Caribe. Demasiada acción que frustra nuestros intentos de hacernos una idea de cómo era aquella época; aunque, eso sí, hará las delicias del lector que sólo busque un rato agradable. Si busca algo más, acabará pensando probablemente, como el que suscribe, que este señor puede hacer así todas las novelas que quiera, como churros, simplemente con un pequeño cambio de escenario. Esencia oscura tenía el atenuante de ser la primera novela del autor, pero en este caso, con siete años y cuatro o cinco novelas de por medio, esa excusa ya no le vale.
Estamos, pues, ante un buen divertimento, una buena novela juvenil si me apuran, pero en ningún caso una novela de entidad. En un momento en que a la mitad de los libros que se publican le sobran trescientas páginas, Powers desaprovecha una ocasión única para divertir, sí, pero ofreciéndonos personajes con más fondo, situaciones y ambientes más elaborados; en suma, más literatura.
He de decir en mi contra que no he leído aún la que casi todos dicen que es la mejor novela de Powers, Las puertas de Anubis. Quizás por ello no vea demasiado claro el interés que despierta el autor actualmente.
José Antonio del Valle
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