Tras unos días que me parecieron interminables, por fin conseguí hacerme con un ejemplar de La llamada de los muertos, la última parte de la trilogía de El Valle de los Lobos. Me pasó como con las partes primera y segunda, fui incapaz de dejarla hasta que la acabé.
Tras la llegada a la Torre de Saevin, un extraño muchacho con poderes excepcionales, Dana decide ir a consultar al Oráculo del Templo Sin Nombre, situado en la Ciudad Olvidada. Después de escuchar una aterradora profecía, la Señora de la Torre se inquieta todavía más. El Momento se acerca, el mundo de los vivos y el de los muertos pueden fundirse en uno solo y la Torre es una pieza clave para que se produzca este hecho. Pero lo que más la inquieta es la parte de la profecía que dice que once personas se verán implicadas en ello. Todos los alumnos de la Torre son enviados a otras escuelas, menos Saevin e Iris, una niña de doce años que se queda escondida en una de las habitaciones para no tener que marcharse.
Poco a poco, y por mucho que la Señora de la Torre intente evitarlo, se van reuniendo todos. Fenris, que aparece algo cambiado; Kai, que sigue al lado de Dana; Salamandra, también llamada la Bailarina del Fuego; Nawin, convertida ya en Reina de los Elfos; Conrado, el experto en puertas y agujeros interdimensionales; Jonás, que ya es un mago consagrado; Shi-Mae y Morderek, quien, tras hacerse con el poder de un archimago por medio de métodos poco convencionales, aparece convertido en un mago negro. Todos intentan descifrar la profecía en la que, para bien o para mal, se ven implicados y en la cual nada es lo que parece. Esta es una batalla continua llena de contradicciones, ya que unos luchan por evitar la profecía y otros por cumplirla.
La magia está presente en todo momento y los escenarios van desde la morada de un mago negro hasta el mundo de los muertos, pasando por el Reino de los Elfos, misteriosos bosques y, por supuesto, la Torre, que es el escenario principal de la historia.
Aquí, Dana utiliza más su poder de Kin-Shannay y también regresa a la granja de sus padres, aunque sólo sea para recoger uno de los ingredientes que necesita para realizar el conjuro que puede devolverle la felicidad. Fenris, tras marcharse años atrás de la Torre en busca de un lobo blanco, por fin encuentra un lugar en el mundo en el que puede estar con los suyos y donde le aceptan tal y como es. El final es el que se hacía esperar desde la primera parte: Kai y Dana consiguen estar juntos para siempre sin que ya nada les pueda separar.
Aves fénix, espectros, fantasmas, espíritus justicieros, puertas interdimensionales... nada falta en esta última parte de la trilogía y, aunque los cabos sueltos quedan atados, una no puede evitar quedarse un poco intrigada, así que al futuro de la Torre y de sus habitantes hay que echarle imaginación, cosa que siempre me ha parecido estupenda.
Blanca Martínez
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