El tercer volumen del ciclo de la Puerta de la Muerte comienza con una crónica de los últimos días de Kairn Telest redactada por Baltazar (en los volúmenes siguientes le llaman Balthazar), el nigromante del rey. En ella se relata el último aliento de su agonizante patria y la desesperada lucha por la supervivencia que lleva a su pueblo a iniciar un penoso descenso hacia Kairn Necros, más cercano al núcleo de Abarrach (el mundo de la piedra) y, supuestamente, más próspero. El lector presencia el declive de su ya anciano rey y la asunción del cargo de su joven hijo Edmund y, con ello, la terrible fortuna que corre un ya menguado pueblo fiel a su dirigente que, aunque fatigado y hambriento, es impulsado a continuar tan sólo por la esperanza de encontrar un hilo de luz al que aferrarse en la tenebrosa oscuridad de su futuro. Un nuevo Éxodo a través de un desierto sin arena y sin luz solar, un desierto de obsidiana sumido en la perpetua oscuridad.
Seguro que recordarán al torpe sartán de Ariano llamado Alfred quien, hasta el momento, es del único sartán del que se sabe con certeza que está vivo. Pues bien, tras una serie de sus infortunados accidentes acaba viajando con el patryn, a bordo de Ala de Dragón, a través de la Puerta de la Muerte. Durante la travesía tiene lugar un cambio de personalidad entre ambos, lo que le ayudará a cada uno a comprender un poco mejor la situación del otro (que no a conseguir llevarse bien del todo, por el momento). Tras aterrizar sobre el mar de magma que atraviesa Kairn Necros y atracar en el muelle de la desierta ciudad de Puerto Seguro, Haplo y Alfred (y el perro del patryn, por supuesto) -enemigos por naturaleza; compañeros y camaradas por necesidad- se encuentran frente a una tribu perdida de sartán (en realidad, Abarrach está habitado únicamente por sartán) dedicada a la magia más prohibida: la nigromancia. Resucitan a sus muertos para que hagan las veces de sirvientes y labradores o para que luchen contra los ejércitos enemigos, ahora también de cadáveres. Pero, ¿cómo matar algo que ya está muerto?
Los duques de los Cerros de la Grieta, un joven matrimonio de nigromantes llamados Jonathan (en los siguientes volúmenes le llaman Jonathon) y Jera, acompañan a Haplo, Alfred y al príncipe Edmund a la ciudad de Necrópolis, al otro lado del Mar de Fuego, para rendir pleitesía al dinasta Kleitus XIV. En él, Haplo encuentra un formidable enemigo que pretende desentrañar los misterios de la magia patryn para unirla a la suya. Además, conoce la ubicación de la Puerta de la Muerte (no es el único en Abarrach) y quiere cruzarla para extender su dominio a los otros tres mundos. Una inesperada rebelión de los muertos liderada por la duquesa Jera (mejor dicho, por su lázaro) casi conseguirá que la vida, como tal, acabe por desaparecer del mundo de la piedra. En la llamada Cámara de los Condenados, el patryn y el sartán experimentan la existencia de un poder benéfico superior, una experiencia que marca a ambos y hace que la vida de Haplo cambie por completo.
De nuevo tenemos aquí a un Alfred tan torpe como en Ala de Dragón que acompaña y (un hecho insólito) ayuda con su magia en varias ocasiones a uno de sus ancestrales y eternos enemigos: el patryn Haplo. Al encontrarse con los sartán de ese mundo se siente avergonzado y horrorizado ante la visión de lo que se ha convertido su pueblo. ¡Los pacíficos y benévolos sartán preparando guerras entre ellos y, además, practicando el arte prohibido!
Las referencias hechas aquí sobre la coloración del cabello de los sartán y los patryn se prestan a confusión ya que en el anterior volumen, La estrella de los elfos, y en los primeros capítulos de éste, dice que los sartán tienen el cabello blanco con las puntas color castaño y los patryn, castaño con las puntas canas; mientras que más tarde dice que los sartán tienen el cabello blanco con un tono castaño en la raíz y los patryn, castaño en las puntas y blanco en la raíz. En fin, será una errata que se les ha pasado por alto.
Pero bueno, con erratas o sin ellas (algo desgraciadamente bastante habitual en los libros), la novela está estupendamente. Incluso cuando el lugar en el que se desarrolla es una gigantesca y oscura caverna poblada de repugnantes y, en algunos casos, putrefactos muertos vivientes que se comportan como autómatas y que, más que infundir el miedo que causan los zombies protagonistas de algunas películas de terror, dan asco. Si hiciesen alguna adaptación cinematográfica de la saga, yo me compadecería de los extras que tuviesen que interpretar a estos seres (tan sólo por los kilos de maquillaje que tendrían que soportar), aunque ahora por la animación a ordenador se puede conseguir cualquier cosa.
En fin, veremos a ver qué nos cuentan en el próximo viaje del patryn con rumbo a Chelestra, el mundo del agua.
Blanca Martínez
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