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El reino del dragón de oro
El reino del dragón de oro
Isabel Allende
Areté, 2003

El reino del dragón de oro es la segunda parte de una trilogía, Memorias de águila y jaguar, iniciada con La ciudad de las bestias. Esta vez, Nadia Santos y Alexander Cold acompañarán a la periodista y escritora Kate Cold al Reino Prohibido, un pequeño país situado en el corazón del Himalaya.

En él se encuentra el Dragón de Oro, una valiosísima estatua de oro y piedras preciosas con capacidad para predecir el futuro y que sólo puede ser utilizada por el rey a fin de saber lo que le conviene a su pueblo. Pero alguien está planeando robarla para utilizarla con fines personales. Mientras tanto, alejados de la civilización, el lama Tesing guía a su discípulo Dil Bahadur, joven heredero del reino, por las sendas del budismo para completar su formación.

Si la primera entrega de esta trilogía se desarrollaba en las cálidas selvas del Amazonas, esta vez Isabel Allende nos transporta al techo del mundo, a la cadena montañosa más elevada del planeta. Pero a pesar del cambio de escenario La ciudad de las bestias y El reino del dragón de oro están llenos de paralelismos. Esta vez, las bestias son los yetis, los legendarios hombres de las nieves, que también se encuentran en una situación parecida a sus equivalentes del Amazonas. Los cazadores furtivos equivalen a los miembros de la Secta del Escorpión, y Walimai y la gente de la neblina a un lama, su discípulo y algunos de los pobladores del país. Estos paralelismos hacen que prácticamente todo sea previsible, que uno sospeche del traidor casi desde que aparece y que se le quite emoción al asunto. El budismo interpreta un papel importante, acercando al lector a las enseñanzas de Buda, al valor de la compasión, la naturaleza y la paz de una forma muy discreta, que pasa casi desapercibida.

Respecto a los personajes, Alexander Cold ha dejado de ser el "niño bien" del libro anterior para convertirse en un muchacho más maduro y algo más valiente y atrevido. Nadia Santos no evoluciona casi nada; sólo deja su vida en la selva para trasladarse a vivir con Kate al piso de ésta en Nueva York. La periodista parece algo más sensible que en la anterior novela, pero sigue sin querer reconocerlo. Me han llamado la atención las pocas apariciones de los fotógrafos de la International Geographic, a los que en La ciudad de las bestias les pasaban tantas desventuras.

La fantasía sigue fundiéndose con la realidad, resultando imposible distinguir cada una, aunque en esta novela el efecto sea algo más leve que en la anterior. A pesar de que casi todo es inventado, hay aspectos en los que la sensación de realismo es tal que te preguntas si no será cierta la existencia de un pequeño país en el Himalaya cuyos reyes se ayudan de una estatua que predice el futuro para gobernar, un lugar en el que es más importante la naturaleza que los negocios y donde la paz triunfa sobre las luchas del mundo exterior.

Una novela bastante previsible pero muy entretenida en la que todo gira en torno a la fantasía y la aventura.

Blanca Martínez

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