Cuarto libro de Geralt de Rivia, continuación directa de La sangre de los elfos, y un ejemplo más de lo que la fantasía puede llegar a ser si nos saltamos las reglas de lo políticamente correcto y las modas, y si encima se sabe escribir.
Aunque podríamos reseñar la novela como la educación y aprendizaje de la protegida de Geralt, Ciri, eso sería quedarse muy corto. Lo cierto es que en los libros anteriores Sapkowski consiguió hilar por medio de sus relatos cortos no sólo un mundo, sino todo un elenco de secundarios riquísimos, que mezclados correctamente y con inteligencia conforman una novela irresistible, que se lee sola y de un tirón. Y es que la saga de Geralt de Rivia se transforma en este volumen en la historia de muchos personajes, y posiblemente sea Geralt el que menos aparezca (eso sí, su importancia es enorme), concentrándose la historia en Yennefer (y por primera vez conoceremos su historia con Geralt desde su punto de vista) y, sobre todo, en la joven Ciri, a la que vemos evolucionar y madurar.
Pero no sólo la joven protegida del brujo evoluciona y madura; lo mismo se podría decir de todos los personajes y países de este mundo. Sapkowski no tiene miedo al cambio; al contrario, sabe que éste es imprescindible para hacer una historia realista. Y no hay vuelta atrás, quien ya haya leído la novela lo habrá descubierto: las decisiones de los personajes, y los conflictos que azotan al mundo, ya no permiten dar marcha atrás. Esto va en serio: Sapkowski lleva a sus personajes hacia algún lugar, hacia un desenlace que nada tendrá que ver con las primeras historias de Geralt.
Tremendamente bien escrito, con gran cantidad de recursos que demuestran una vez más que la fantasía es tan seria como cualquier otro género, uno tiene la impresión de que este es un libro escrito con ganas y con paciencia, hilando poco a poco subtramas y personajes para crear algo realmente único. Memorable por lo bien narrado y por lo bien estructurado es el capítulo en el que, mientras los personajes hablan, nosotros vamos viendo mediante flashbacks el destino del mundo.
Además, como la propia realidad, la obra de Sapkowski está llena de contradicciones. Geralt es a todas vistas un antihéroe, y sin embargo tiene un código moral que ya lo querrían para sí los personajes de novela caballeresca. El mundo es un lugar tremendamente gris, y no obstante uno acaba encontrando momentos y personajes que lo redimen. Incluso Ciri parece tener un final medianamente feliz, pero las semillas de la destrucción y del cambio ya están plantadas. Y encima sigue habiendo homenajes a la fantasía y a la literatura heroica, a los relatos de unicornios, a Robin Hood, a los cuentos de brujas...
En definitiva, hablar de esta saga es hablar de todo lo que ya sabemos: Sapkowski ha conseguido escribir una fantasía que no tiene edad, que habla de mundos lejanos pero de sentimientos cercanos, del amor, de la hermandad, de hijos de puta y del tiempo de odio que éstos traen consigo.
José Joaquín Rodríguez
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