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Demonios familiares

Demonios familiares
Pedro Pablo G. May
Col. Hades
Minotauro, 2005

Pedro Pablo G. May es un hombre de radio. Se le puede escuchar por las mañanas de 8 a 8:30 presentando el informativo de la agencia EFE, y es todo un profesional. Una de las normas de la redacción radiofónica dice que el lenguaje ha de ser claro, directo y comprensible. Y ésta es la fórmula que ha aplicado a su novela Demonios familiares: el libro se lee con agrado y facilidad, con lo que consigue un resultado muy logrado.

Reconozco que cuando leí la contracubierta de la novela y me encontré con que la sinopsis hablaba de aquelarres, sueños extraños, fábricas abandonadas, sectas satanistas y cosas por el estilo, temí enfrentarme a una historia repleta de lugares comunes, que, previsiblemente, buscaría el susto fácil y epatar por epatar. Así que me embarque en la lectura sin demasiadas ilusiones. Pronto descubrí que estaba equivocado y que el texto promocional no hacía demasiada justicia al libro. Vale que la historia no sea un dechado de originalidad, pero la lectura es muy agradable.

El estilo de Pedro Pablo G. May es muy acertado, lo mejor de la novela con diferencia: hace un buen uso de la elipsis, maneja el ritmo con maestría, alterna puntos de vista narrativos con efectividad y, en general, se sirve de recursos literarios sabiamente utilizados. Por ejemplo, hay fragmentos que sólo son diálogo, otros están narrados en primera persona por no se sabe quién, se nos presentan flashbacks inesperados y escuchamos transcripciones de grabaciones... además de algún que otro sustillo bastante cinematográfico. Y todo esto funciona de maravilla, que es lo difícil. Se nota que el autor está acostumbrado a escribir, y el hecho de proceder del mundo radiofónico explica lo eficiente de su redacción y el uso de los recursos necesarios para mantener la atención del lector. Sabe bien cómo comunicar: es un gran narrador.

La historia cuenta las desventuras de Félix, un anodino dependiente de unos grandes almacenes al que le resulta imposible localizar a su hermano, un prestigioso ginecólogo. Intentará encontrarle y las circunstancias le harán contar primero con la ayuda de una vidente y posteriormente de una detective. El cuerpo de la novela narra la búsqueda del hermano desaparecido, cuyo paradero (que no destino) el lector conoce casi desde el principio.

Nos encontramos, en realidad, ante un thriller más que ante una novela de terror. A pesar de versar sobre satanismo, posee muy pocos elementos fantásticos: sólo alguna referencia a hechizos realizada de pasada y poco más. El desarrollo es totalmente realista e imbricado en el mundo actual con alguna pequeña concesión oscura. De hecho, la novela tiene cierto porcentaje de hechos reales investigados en sus tareas periodísticas por el autor, por supuesto debidamente camuflados y modificados. Que el lector no busque una historia gore o de terror duro, ya que la trama satánica se podría sustituir fácilmente por otro tipo de conspiración (por ejemplo, sobre el contrabando de órganos), y el libro no variaría sustancialmente, pero sí encontrará intriga, emoción y una excelente redacción, elementos más que suficientes para pasar un buen rato y devorar el libro con avidez. 

Las investigaciones del protagonista, algunas de ellas basadas en datos mitológicos o históricos, podían haber convertido Demonios familiares en uno de esos sucedáneos de El código Da Vinci tan de moda últimamente. Y un pelín de eso podemos encontrar (hay estatuas reales con simbología satanista, ritos paganos en iglesias...). No olvidemos que el autor ha publicado una decena de libros de mitología y antropología que han llegado a convertirse en referentes en el tema (incluso posee un auténtico superventas que ya va por la tercera edición con más de 18.000 ejemplares vendidos, firmado con pseudónimo extranjero que la editorial no le permite desvelar) pero no cae en la trampa de sumarse a la última moda literaria y esquiva el escollo con dignidad. Además, aporta algún dato curioso y da colorcillo a la intriga. Prueba superada. 

El personaje principal es el más interesante junto con la médium. Ambos son los mejor tratados con diferencia. El protagonista es un dependiente más bien gris y con pocas aspiraciones, incluso podríamos detectar en él cierto complejo de inferioridad. No llega a ser "todo un antihéroe" como se nos vende en la contracubierta, pero resulta bastante real y sus actitudes son creíbles y normales. Muy de carne y hueso, excepcionalmente logrado. La descripción de la médium también es bastante acertada; cae en algunos tópicos inevitables pero posee mucho cuerpo. Otros personajes, a pesar de no estar mal, no ofrecen la profundidad de estos dos; especialmente los malvados, poco definidos y como de serie B. No llegan a constituir una amenaza verdaderamente temible; y es éste quizá el punto más flojo del libro. Aunque haya chispazos de calidad y alguna idea con gran potencial, los adversarios no son todo lo aterradores que podrían haber resultado. De todas formas, el autor declara no estar interesado en el terror de hachazos y jovencitos masacrados; prefiere inquietar con el descubrimiento del pequeño terror cotidiano que nos rodea sin que nos enteremos, de ese mundo oscuro y cruel que en ocasiones discurre a nuestro lado y ni siquiera percibimos. Así que la fuerza recae en el desarrollo de la trama y en la sugerencia de la maldad humana antes que en el terror más evidente, porque no cabe duda de que Pedro Pablo G. May está lo suficientemente dotado como para perfilar personajes aterradores si así lo desea.

El final de la novela es muy abierto y uno se queda con ganas de un par de capítulos más, aprovechando algunos cabos que quedan sin cerrar (o que están sólo sugeridos). Había material y oportunidad. Si fuera una película, diría que acaba así a propósito dejando el campo preparado para una previsible secuela (en el mundo literario esto ya es un poco menos frecuente, aunque en el caso de Demonios familiares no sería mala idea).

Esperamos nuevos trabajos largos que consoliden su carrera como autor de ficción (repleta ya de relatos premiados) y, puestos a sugerir, sólo le pediríamos un poco más de mala uva y que fuera menos políticamente correcto. Se le ve algo contenido, como temeroso a excederse. Una novela con Pedro Pablo desmelenado y lanzado a mala leche puede ser la bomba.

Por cierto, una cosilla curiosa: la sinopsis que circula por internet (incluso en la página oficial de Ediciones Minotauro) tiene un grave error que puede inducir a equívoco en la lectura del libro e incluso estropear una pequeña sorpresa final. Así que mejor no hacerle caso. Tampoco hay que prestar atención a eso de "una trama diabólica que combina terror y sexo" porque el sexo es casi inexistente. En la contracubierta del libro estos detalles ya están corregidos.

Resumiendo: se trata de una intriga con tintes siniestros que se lee con agrado gracias el estupendo estilo del autor y a la buena utilización de adecuados recursos literarios. No aterroriza, porque ése no es su objetivo, pero sí entretiene e interesa. Una lectura muy recomendable que viene a constatar una vez más que existen autores españoles con gran nivel y coloca a Pedro Pablo G. May como uno de sus mejores exponentes.

David Jasso

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