Endymion aparece, a primera vista, como la innecesaria continuación del más reciente clásico indiscutido de la ciencia-ficción, el díptico formado por Hyperion y La caída de Hyperión. En estas dos novelas, que en realidad son una, Dan Simmons parece escribir por encima de sus posibilidades, pues quien acuda a otras de sus obras (por ejemplo, a Fases de gravedad, ya comentada en Bibliópolis) esperando encontrar algún rastro de la brillantez que exhibe en aquéllas puede verse rápidamente decepcionado. Por ello, la pregunta con la que se enfrenta uno a Endymion es: ¿habrá estropeado el Simmons mediocre la obra única del Simmons brillante?
La respuesta no puede ser tajante. Desde luego, Endymion no es un clásico de la cf, ni aspira siquiera a alcanzar la altura de sus honorables predecesoras. Pero tampoco es un mal libro. Es, sencillamente, una obra sin ambiciones: como un telefilm rodado en los escenarios de la gran superproducción que fue Hyperion, aprovechándolos para reducir gastos. Esto es evidente desde la primera gran escena de batalla, donde el enfrentamiento entre el Alcaudón y las fuerzas de élite de Pax (la fuerza religioso-militar que gobierna el espacio humano) ante las Tumbas del Tiempo se resuelve... ¡con una tormenta de arena que impide ver nada! Lo dicho: puro recorte de presupuesto.
La trama tiene lugar dos siglos y medio después de los hechos narrados en los libros precedentes. Raul Endymion, nativo de Hyperion, es reclutado por el poeta Silenus, viejo conocido de los lectores, para rescatar a la niña Aenea, hija de dos protagonistas de la saga y desaparecida en las Tumbas del Tiempo, de la emboscada que Pax ha dispuesto aguardando su regreso. Con la amable ayuda de un Alcaudón convertido en amigo de los niños, Raul y Aenea, acompañados por el androide A. Bettik, comenzarán un viaje por el antiguo cauce del río Tetis, que mediante la tecnología perdida de los teleyectores unía ríos de todos los mundos, perseguidos por el padre capitán De Soya y, cuando éste se revele incapaz de capturarles, por la máquina de matar conocida como Nemes. El final del volumen no es tal, ya que se cierra con un respiro en la persecución, pausa inevitable antes de abrir el segundo volumen donde continúa la historia: El ascenso de Endymion, que aún no he leído.
La novela tiene varios puntos fuertes que juegan a su favor: un ritmo trepidante que la hace muy adictiva (he leído el libro prácticamente del tirón), un par de ideas originales que no son mero aprovechamiento de los materiales de derribo de Hyperion (notablemente, el uso de las propiedades de resurrección del cruciforme para salvar el daño causado por las brutales aceleraciones del viaje interestelar, como reseñó Cristóbal Pérez-Castejón en un Cromopaisaje), las caracterizaciones de Raul Endymion, un supuesto héroe patoso y entrañable, y de Aenea, una niña destinada a ser mesías que salvo un par de lapsus místicos no resulta nada antipática, y un viaje iniciático en el que los protagonistas van perdiendo poco a poco todos los gadgets de su civilización ultratecnológica y que sin embargo no resulta ni cargante ni, a pesar de los inevitables acampar y desacampar, pesado.
En el debe del relato hay que apuntar, no obstante, un cierto desaliño narrativo de Simmons, que le hace repetir a menudo palabras y frases, e incluso contradecirse en algunos detalles (por ejemplo, al principio de la novela se nos dice que las naves tipo Arcángel de Pax carecen de nombre; luego el padre capitán De Soya bautiza a la suya explícitamente como una excepción, pero unas páginas más adelante encontramos que todos los Arcángel tienen nombre propio), así como la falta de originalidad general en los planteamientos: Pax no es más que una reedición del viejo y malvado imperio galáctico a lo Star Wars, el papa constantemente resucitado es un eco del emperador clonado, e incluso el implacable padre capitán De Soya soñará con Aenea considerándola... su hija. Por su parte, el nuevo Alcaudón, defensor de los débiles, se enfrenta a la temible Nemes en una batalla que, incluso en lo estético (el Alcaudón es metálico y Nemes, cromada), remite directamente a Terminator 2: incluso vemos que Nemes considera al Alcaudón "obsoleto", en un reflejo de la relación entre T-800 y T-1000. En fin, por aprovechar las referencias cinematográficas y comerciales, hasta salen velocirraptores.
Se trata de una novela agradable que gustará a los amantes del space opera y a quienes quisieran volver a visitar el universo de Hyperion, pero conviene iniciar su lectura con el siguiente caveat: abandone toda esperanza de originalidad quien aquí entre.
Luis G. Prado
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