Hace
no mucho tiempo, Blanca me pidió que explicara a qué me refería con eso de
"cine clásico fantástico". Era una pregunta esperable, ya que le
acababa de enviar la crítica de Highlander.
Para muchos, esta película
tendrá de "clásica" lo que Mystic river tiene de ciencia
ficción o las películas de Almodóvar de realistas.
Le
respondí -Blanca me perdone-, en uno de esos días en que no estás para
correos, que me refería a "cine clásico fantástico", ni más ni
menos.
Me
refería en realidad a películas que por la razón que sea han dejado huella en
la memoria, que se han convertido en largometrajes de culto, que cuando uno
piensa en ellos, aparece el: Sí, hombre, claro. Con esta... err...
complejísima aclaración, me di cuenta de que Highlander entraba,
pero... Justo la que más parecía entrar en un principio menos entraba en la
categoría. Oops... La que no entraba ni de broma era Código 46. Err...
¿Qué hacemos, Blanca, la quitamos? Naaaaahh...
En
fin, la idea fundamental de referirme a "cine clásico" era que no iba
a comentar estrenos por el mero hecho de ser estrenos, por llamativos que
fueran. Eso no me impide criticar alguno, de vez en cuando, mientras considere
-haciendo de Nostradamus- que va a convertirse en una película de referencia en
el futuro o que, en ese momento de su estreno, ha tenido una cierta
trascendencia. En fin, esto me lleva por lo general a películas estrenadas hace
años, ya dictada la sentencia del juez del tiempo. Por ello, aquí suelo
centrarme sobre todo en la revisión de películas.
No
obstante, comento este mes un estreno, por la considerable fama que ha
alcanzado. Me refiero a 300, de Zack Snyder.
Como
dirían mis amigos Alberto García-Teresa o Gabriella Campbell, ¡cuánto
depende de cómo se lea la obra para tener una opinión sobre ella! Cabe
recordar esta idea antes de comenzar. Pues 300 ya por su propia
naturaleza, temática, por el espíritu que la sostiene, pero también por la
manera en que ha sido acabada, es una de esas películas tan dependientes del
horizonte de expectativas del espectador que resulta incómodo afirmar si es una
buena o una mala película. ¿Qué es eso del horizonte de expectativas?
Pues, aunque creo que es un término ya bastante conocido, lo resumiré con un
ejemplo, ese comentario tipo: Me molan las pelis de vaqueros. Eso es el
horizonte de expectativas. Claro, dicho así, no parece muy profundo. Pero es
que, como todo en la buena teoría del arte, no es en realidad un término
demasiado profundo. Se puede desarrollar, vale, afirmando que ahí entra todo lo
que uno espera encontrar en una obra a partir de su subconsciente personal y
cultural, y su disponibilidad a partir de ellos para aceptar ciertas obras, pero
no otras. Bien, entonces iría más allá del simple: Me molan las películas
de gladiadores en saunas turcas, es cierto. Entrarían factores de muchos
tipos. Por lo general.
En 300
no entran factores de muchos tipos.
Nop.
Más
bien entra sobre todo un factor: Me molan las pelis de hostias.
Bueno,
no nos perdamos, ¿a mí, Fernando Ángel, me ha parecido 300 una película
satisfactoria desde un punto de vista artístico? ¡Por supuesto! Porque me
molan las pelis de hostias.
Mi
horizonte de expectativas estaba petardeando en mi subconsciente mientras la veía,
con tanta fuerza como el sentido arácnido de Spiderman enfrentándose al
Juggernaut.
Parece
un razonamiento un tanto simple, pero de verdad que creo en él.
300
es, en mi opinión, una estupenda película desde casi todos los sentidos (que
en su caso no son muchos, pero sí los suficientes), una vez entendemos lo que
pretende. Considero importantísimo calibrar lo que una obra artística pretende
para valorar sus logros. Por ejemplo, Cobra no me parece una buena película
ni de acción, ni policíaca ni desde ningún punto de vista, por la sencilla
razón de que no transmite lo que pretende transmitir, no está bien hecha, no
resuelve bien las situaciones, ni los personajes, ni la ambientación ni prácticamente
nada.
300,
sí.
Ante
todo, debemos plantearnos si vamos a realizar o no la comparación desde el cómic,
pues existe una gran tendencia a analizar las obras artísticas por las obras de
otros lenguajes en las cuales se basan; bien, es un defecto muy humano, pero por
lo general inapropiado. Ninguna, absolutamente ninguna obra puede satisfacer en
todos los puntos donde la obra anterior satisfacía. Los autores son diferentes,
el lenguaje es diferente, los momentos históricos son diferentes... Mucha gente
se queja cuando ve Troya y descubre que han cambiado el personaje de
Ulises o que han acortado el tiempo de la guerra. Son detalles que nada importan
para la coherencia interna de la película, la cuestión debería basarse en cómo
funciona la película en sí misma. Es mi opinión, muy discutible, lo sé.
Hablar de la Ilíada para analizar la película de Troya es
incongruente y denota bastante incoherencia, una vez más desde mi punto de
vista. Casi cualquier persona de las que hablan de la fidelidad a la Ilíada
no se quejan de que aparezca el caballo de Troya, cuando Homero no lo menciona
en la Ilíada, sino en la Odisea. Me adelanto a quienes me digan
que es el mismo autor instruyendo acerca de que seguramente no es el mismo
autor. "Homero" es más una idea que un autor en el sentido moderno
del término. Sin embargo, en lo que a ellos les gustaría que fuera Troya,
está el caballo, aunque traicione del todo el espíritu de Homero. Que lo
traiciona. Toda esta gente -como quizás tú, amable lector- juzga -como es
normal- la película desde su horizonte de expectativas, desde lo que desean
encontrar: un Ulises como lo han imaginado, una guerra como la que recuerdan, la
aparición de los dioses... No se dan cuenta de que la película en sí misma es
casi coherente. ¿Es una buena película? Dejaremos eso para otra columna...
Lo
que importa ahora, amable lector, para analizar 300 no es la fuerza que
ejerce la obra de referencia, sino la fuerza que ejerce nuestro recuerdo de la
obra de referencia, así como lo que nosotros querríamos ver a partir de ella.
He escuchado a mucha gente que el defecto de Sin City reside en que no
aporta nada al cómic, que es una repetición, que para eso no valía la pena
hacer la película. A algunos de ellos también les he escuchado meterse con Troya
-por seguir con el ejemplo- con el argumento de que cambia demasiado el
original. En ninguno de los casos les importa nada el original, en realidad,
sino las expectativas, una vez más, que se habían creado. ¿Deben renunciar a
ellas? Ni idea, ellos verán y, además, estaría por ver que pudiéramos
hacerlo en todos los casos.
No
obstante, por este principio, ya comento que no hablaré aquí del cómic de 300.
Ah, sí, ni de El león de Esparta.
¿Hablo
de Herodoto, en quien se basan supuestamente muchas referencias modernas sobre
Esparta? Sería absurdo; en primer lugar, porque era un gran mentiroso, aún más
que muchos grandes mentirosos de la Historia. En segundo lugar, porque entonces
ni entro a ver la película. Lo que narra Herodoto es, básicamente,
espectacular. Mucho más que esta película. Y mucho más increíble; tipos con
pinzas de cangrejo en las manos incluidos.
No
nos encontramos ante una película histórica. En aquella época el pueblo persa
era mucho más civilizado que el espartano, y desde luego los inmortales
no eran monstruos. Ni me suena que tuvieran mutantes en la corte. Aquí estoy un
poco perdido porque no lo he revisado últimamente, pero juraría que no había
mutantes, no.
Lo
primero que quiero afirmar es la idea de que el elemento fantástico no juega en
esta película un papel catártico, como en Gattaca; ni impulsor de la
trama, como en Highlander. El elemento fantástico en 300 aporta
atmósfera y facilita el pacto de ficción. Es como si nos dijera: ey, recuerda
que no hablamos de Historia, sino de "película de hostias o, si acaso, de
aventuras". Nos indica que esto no va de recreación histórica. Al mismo
tiempo, introduce el factor de la eterna lucha del Bien contra el Mal. Según
los rumores, los iraníes se han ofendido al ver a sus antepasados como esos
"representantes del Mal". Sería lo mismo que decir que en una película
americana los españoles de la época de Isabel II fueran los representantes del
Mal. ¿Nos ofenderíamos? Yo no, desde luego. Desconecto por lo general cuando
se trata de ficciones. La actividad educativa es labor de padres y docentes, no
del arte ni del entretenimiento. Pero entiendo que en un principio algunos
hubieran preferido que se hubiera escogido la cultura de al lado en vez de la
propia.
Como
se puede ver, he gastado muchas palabras de esta columna en factores
extracinematográficos. Si alguien considera que a estas alturas debería haber
hablado más de la película, yo estaría de acuerdo. Eso apoyaría mi idea de
que cuando se trata de cine hay que hablar de cine y que los referentes externos
son apoyos si valen como apoyos, y que hay que abandonarlos si sólo molestan el
visionado de la película.
Sin
embargo, espero que todo lo escrito haga reflexionar sobre este tema: he tratado
tantos temas extracinematográficos en una columna sobre lenguaje cinematográfico
(es lo que espero que sea esta columna) por la enorme importancia que se da a lo
extracinematográfico a la hora de valorar una película. Bien, me servirá de
referencia a partir de ahora cada vez que vuelva a salir el tema en sucesivas
columnas, con lo cual no tendré que repetirlo.
¿Y
qué queda por decir?
300
es una película que toma la tradición popular del espíritu espartano de
realización a través de la guerra, de la heroicidad y de la camadería
militar. Éste es su tema fundamental, un tema magnífico para una película de
aventuras. Recoge del cómic el colorido, aunque no la composición pictográfica;
recoge la voz en off. Esta voz en off en ocasiones impide que
rellenemos el significado obvio de las imágenes, como en el lamentable momento
en que nos explica por qué Leónidas no se despide de su mujer. Err... No somos
tontos, ya nos habíamos fijado, gracias. Sin embargo, dudo de que pretenda ser
una voz en off explicativa, sino que también pretende ser ambiental,
para marcar el tono legendario del rapsoda griego (sin el verso yámbico homérico,
que no habría venido a cuento, pero habría quedado genial).
Las
imágenes representan la iconicidad humana de la época, especialmente en la tan
criticada cámara lenta: elemento efectista para dar idea de los detalles de la
lucha, al tiempo que para exaltar la plenitud de una vida dedicada a la
realización del propio cuerpo. Al fin y al cabo, se trata de una vida
consagrada a ese momento grandioso. En esta misma línea, Leónidas exhibe
posturas calcadas de ánforas griegas. Esta referencialidad a la iconicidad artística
clásica aparece también en muchos de los primeros planos, con retratos de un
Leónidas que tanto en estética como en interpretación representa de manera
magistral el personaje legendario que pretende ser.
Del
mismo modo, la idea de la falta de misticismo funciona bien con ese oráculo de
película de Harry Potter. De tan inocente y facilón, a mí me funciona, aunque
entiendo que a alguien pueda haberle cargado una manera tan simplona de resolver
a esos malignos, oh, qué perversos, oráculos. También en la danza lasciva de
esa joven de los oráculos vemos cómo la plasticidad de este mundo exótico de
otro tiempo, de otra época que no es la nuestra, y que jamás existió, es
coherente en toda la película. Por favor, amable lector, no me vengas con cómo
era el oráculo, que llevo toda mi vida escuchando las deformaciones modernistas
de China y Arabia, las exageraciones expresionistas de las calles austriacas y
alemanas, la incomprensible adoración por los rituales hindús por parte de los
artistas del LSD, la idealización absurda en literatura de pueblos étnicos en
cuya sociedad existen tantas luces y sombras como en la nuestra...
300
pretende entretener con un derroche visual de vestuario, luz, color, textura y música.
Por cierto, si a alguien le ha chirriado la guitarra eléctrica (aunque, por
otra parte, chirriar está en su naturaleza), que me explique por qué no suele
chirriar la gran orquesta en las escenas del desierto en Lawrence de Arabia.
¿Había orquestas sinfónicas en las tribus de Arabia?
300
habla de épica, de héroes, de confianza en uno mismo, de superación, de
plenitud del cuerpo y de la voluntad humana...
No
obstante, me fastidiaron los discursitos americanoides del final y del senado,
porque yo tampoco estoy libre de buscar en una película lo que quiero
encontrar. Por eso, en Casablanca, muchísimo más panfletaria, con
diferencia, que 300, no me molesta. A mi horizonte de expectativas le
molestaba el de 300. Por eso fui a verla una segunda vez, en versión
original (gana mucho, sobre todo Leónidas y Jerjes, que no es tan loca en el
original; últimamente, me fijo en algunos dobladores que joden ideas del
original). La segunda vez sólo me molesté en disfrutar del valor, la lucha por
las propias creencias -aunque eso lleve a la muerte-, la glorificación de haber
sido coherente uno con su sistema de valores.
Y disfruté con los detalles de una buena peli de aventuras que sólo
pretende entretener y que, desde ese punto de vista, es fiel a sí misma, sin
grandes incongruencias ni traiciones a su espíritu. Doy gracias por no haber
nacido espartano, es cierto, ni tener que pedir libertad de expresión a Leónidas,
pero también doy gracias por que me hagan querer gritar ¡Esparta! desde
la butaca, sin que me despeñen por un barranco de niño. Y se agradece a la mágica
ficción, a la fábrica de vidas que no viviré, a ese dios bondadoso que es el
cine.
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