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Juan Manuel MartínezMúsica para el fantástico
Hangar 18
Juan Manuel Martínez



Los martillazos suecos y el curling

En los últimos tiempos, desde tierras escandinavas y finesas, nos han invadido una serie de formaciones musicales enraizadas en el heavy metal melódico de corte clásico y épico; bandas que han recogido el testigo de alemanes e italianos de mediados y finales de los noventa. Vamos, que lo suyo son las espadas, los dragones y demás parafernalia pseudomedievalista y de pura y dura sword & sorcery. El caso es que un plato de lentejas se saborea con placer (yo, al menos), pero toda la semana comiéndolas pues como que te hartas. Eso ocurre con estos grupos. Al principio, te atraían en tanto y en cuanto daban un poco más de desarrollo a los temas de fantasía que tanto nos llamaban la atención y que las bandas de los ochenta sólo tocaban por encima; después de escuchar a cientos de formaciones clonadas, como que aborreces el tema y, además, pagando justos por pecadores, das de lado a las formaciones que te lo dieron a conocer y que te hacían blandir el abrecartas como si fueses Conan en plena carga contra los pictos mientras te ponías unos vaqueros, presto a salir a la batalla más cercana... taberna, quería decir.

Hammerfall son una formación sueca sin grandes aportaciones a la música, beben de fuentes bien conocidas: heavy metal clásico con el aderezo épico de las bandas germanas como Running Wild, Blind Guardian, Gamma Ray, etcétera. Nada originales, vaya, incluso simplotes a veces y a ratos hasta pueriles, como tantos otros. Sin embargo, tienen algo que te engancha, un toque comercial que hace que te pares a escuchar un poco más. No es que sean mis ídolos, ni de lejos, pero les tengo un ligero aprecio que a veces me hace sonrojar ante cierta gente cuando les digo que tengo sus discos y replantearme mi vida, el hacer cenas tan pesadas y mi oído musical. Estos chicos suecos son, junto con Blind Guardian, los reyes de una juventud que se ha pasado todos los juegos tipo Baldur’s Gate y Diablo, que aún le da al Warcraft y que se sabe El Señor de los Anillos del derecho y del revés. El caso es que también mi descripción es simplista, lo sé, pero no he podido evitarlo. A veces las cosas no dan para mucho más.

El caso es que sus discos, como ellos mismos, están repletos de clichés, de tópicos del género y, quizás por eso mismo, su apuesta haya salido tan bien a cierto nivel. Hay que alabarles por ello, bien es cierto, pero llega un momento en que sus elegías por el Auténtico Metal (así, con mayúsculas, como decían los Manowar) llegan a exasperar. Las letras, plagadas de referencias a los templarios, las cruzadas, las aventuras escapistas con dragones y demás criaturas se transformaron en una identificación extraña entre la realidad y la ficción: los templarios ahora eran sus seguidores al pie del escenario, y mientras ellos a lo suyo, a lanzar plegarias a los Dioses y Reyes del Metal, a la cruzada por esto y aquello, a abogar por la superioridad del escapismo frente a una realidad siempre opresora, etcétera. Hay más, es cierto, pero no lo suficiente para nivelar la balanza. De hecho, hasta se hicieron con un personaje-mascota como los grandes del género (Iron Maiden y su inmortal Eddie, por ejemplo): un guerrero, llamado Héctor, embutido hasta la coronilla en una armadura de batalla y con un martillo de guerra que no lo levantaba ni Kull el Conquistador en sus tiempos mozos. El caso es que alguien me dijo alguna vez que parecían un grupo de tebeo... puede que tuviera razón.

Glory to the BraveAparte de todo esto, decir que comenzaron a editar discos en el año 1997 y ya llevan seis. También tienen a su favor la portada de Andreas Marschall de su primer disco, Glory to the Brave, y el homenaje en forma de versiones que han hecho a otros grupos muy queridos por mí, destacando las de Warlord ("Child of the Damned") y Pretty Maids ("Back to Back"). Eso les hace ganar puntos ante mis ojos. Como también su producción videográfica, con múltiples referencias a lo fantástico y que ofrece algo más, casi siempre, que el típico vídeo-clip de la banda tocando en directo.

Sólo tienes que pasarte por YouTube para encontrar piezas como la homónima "Hammerfall" (1997), donde el mundo onírico se funde con la desdichada realidad de una muchacha maltratada por la gente con la que convive (¿padrastros malvados y crueles al más puro estilo Disney?) y que escapa en sueños a un mundo donde... ¡tachán!, también la maltratan criaturas oscuras y malvadas. Menuda suerte la de la moza. Sin embargo, los chicos de Hammerfall, como los héroes de cuento que siempre quisieron ser, la guían y salvan de todos los peligros. Es más que interesante uno de los planos, cuando ambas partes se encuentran, a saber: un contrapicado desde el punto de vista de la protagonista que encuadra a la banda dándole consejos desde un precario escenario, como si fuesen deidades todopoderosas. Toda una declaración de posturas, aunque sea inconsciente.

Después, encontramos otro de los temas tratados videográficamente por los suecos, el del vampirismo, en "Always Will Be" (2000). Esta vez engarzado con otro de sus favoritos, el de la pérdida de algún ser querido, también tratado en clave realista en "Glory to the Brave", una de las baladas más emocionantes de su repertorio. "Always Will Be" es otra entrañable balada donde unos vampiros suecos con un sospechoso parecido a los mismos Hammerfall acompañan a otro chupasangres para que se despida del recuerdo de la amada perdida. El caso es que lo tenían que haber llevado al psicólogo, porque tiene una extraña tendencia a la autodestrucción. Un vídeo logrado, de triste atmósfera y que explota la emergente querencia por todo el tema vampírico de la chiquillada. El mismo año nos regalan "Renegade", otra aventura de adolescentes curiosos que desatan la furia de un, hasta entonces confinado, ser alienígena mezcla de Alien, los marcianos de Mars Attacks! y Rantamplán. Por suerte, estos suecos bregados en mil batallas anteriores con dragones, templarios e infieles del Metal, andaban por allí y se enfrentan, martillo en mano (y no para montarle una estantería), con el malvado ser extraterrestre. Toda una clase sobre cómo contar una historia en tres minutos. Hay que decir que no sale Lorenzo Lamas en el vídeo y que la letra no tiene que ver con lo filmado, pero da lo mismo, Hammerfall vuelve a salvar los jóvenes del mundo en una metáfora que les vuelve a convertir en supremos guardianes de los proyectos sociales a favor de la descarriada juventud.

Hearts On FireEn 2003 nos presentan un curioso vídeo, "Hearts On Fire", que me trae a la mente la película El ejército de las tinieblas, cuando aparecen todos aquellos divertidos esqueletos por culpa del inefable grimorio lovecraftiano (en el vídeo también hay librito arcano, claro). Aquí, Joacim Cans (voz), Oscar Dronjak (guitarra) y compañía se montan un concierto en una tierra tenebrosa que me recuerda a alguna de las "sombras" cercanas a las Cortes del Caos que nos regaló Roger Zelazny en sus crónicas de Ámbar. No hay mucha más historia, pues prima en este caso lo visual, lo estético, por encima de lo narrativo, de contar una historia. Por cierto, al tiempo hicieron una segunda versión del vídeo-clip en el que se enfrentaban a las campeonas olímpicas suecas de curling y ése sí que es divertido. El curling es... es, bueno, es... uno de esos deportes de invierno que aquí no se conocen pero que me recuerda a la petanca sobre hielo.

"Blood Bound" (2005) rescata su visión paternalista y de clan. La letra es un alegato, otra vez, a la unión, el poder de los héroes que están por venir milagrosamente para presentar batalla (será contra el malvado mundo real, digo yo) y guiarnos hacia otro estado superior. El vídeo, de nuevo, no cuenta una historia concreta y se centra en lo visual: en los yermos helados aparece lo que vislumbramos como el héroe por venir  enterrado... Héctor, el guerrero del martillo, sobre el cual los suecos, guardianes del mismo, se montan un concierto para los copos de nieve. No juegan al curling esta vez.

En 2006 nos regalan su última obra hasta la fecha, quizás la más conseguida. Nos vuelven a relatar una historia repleta de vampiros y acción en "Natural High". La aventura comienza con una voz en off que nos pone en antecedentes:

"Cinco siglos después de que el gran desastre aniquilara la Tierra. Sin embargo, la humanidad sobrevivió, y así creció el instinto y el deseo de reconstruir aquello que fue destruido hace tanto tiempo..."

Natural HighEl futuro post-apocalíptico nos traslada a una Tierra plagada de seres oscuros, vampiros, etcétera. Uno de ellos, el Drácula de turno, rapta a una damisela a la que Héctor, el héroe de Hammerfall, sigue hasta la mansión de los no-muertos sobre un águila gigante, tipo El Señor de los Anillos, para rescatarla de su blasfemo destino. La batalla es encarnizada, repleta de martillazos por doquier, pero al final el malvado líder escapa con la presa, lo que da pie a pensar que habrá secuelas de la historia. Las espero fervientemente. La estética recuerda a los films Underworld o Guardianes de la noche, con esos vampiros enfundados en guardapolvos de cuero y pinta de traficantes de armas de las antiguas repúblicas socialistas del este europeo. Lo de Héctor es otra historia, pues más bien parece sacado de Narnia o de los lápices de la Marvel. No sé yo si sería un gran jugador de curling, pero bateando es el número uno.


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