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Juan Manuel SantiagoCruda fandomía
Mentidero 5
Juan Manuel Santiago




Mucho cuento (V)
La canica y la pantera

La sed de las panteras

La sed de las panteras
Rafael Marín
Col. Calembé nº 13
Fundación Municipal de Cultura. Ayuntamiento de Cádiz, 2001

El reciente premio Ignotus concedido a "Una canica en la palmera" de Rafael Marín en la categoría correspondiente al mejor relato fantástico español del año 2000 es la excusa perfecta para hablar de su más reciente antología, La sed de las panteras (Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz, 2001), que no ha llegado al gran público pero contiene muchos de los mejores relatos del autor gaditano, hasta tal punto que no sería exagerado considerarla como una especie de Lo mejor de Rafael Marín o, más exactamente, Lo mejor (y más asimilable para los lectores de mainstream) de Rafael Marín. Cuando le pregunté al autor por el criterio seguido en la selección de estos diez relatos, me respondió lo siguiente:

"Me puse en contacto con la gente de Pre-Textos, a los que envié casi todos mis relatos "entendibles" fuera del fandom. Me dijeron que me los iban a publicar, pero que seleccionara, porque el libro iba a ser muy tocho. Seleccioné y dejé fuera unos cuantos... y con esos monté otra antología, que es ésta que salió ahora. La publicación en Pre-Textos se viene retrasando, retrasando, y cuando Calembé da luz verde, aprovecho esos relatos y algún otro, intentando no pisarlas, y envío algunos relatos más. La selección la hacen entre Félix Palma, Mané (el director de la colección) y yo. Sólo les pido que dejen fuera de lo seleccionado "Autor autor" y lo sustituyan por "Las brumas de Africa"."

En efecto, esta antología tiene su origen en un intento (cuyo título provisional es Bibliópolis, a la espera de que salga adelante) de vender una colección de relatos a la editorial valenciana Pre-Textos, que anteriormente había editado El vigilante de la salamandra de Félix J. Palma, otro buen autor surgido del fandom... y, al igual que Rafael Marín, perteneciente a la inagotable cantera cienciaficcionera gaditana (facción sanluqueña).

Se incluyen diez relatos en esta antología, aunque podrían haber sido más. El criterio seguido -relatos no demasiado reconocibles como ciencia-ficción, más cercanos al mainstream o al slipstream- deja fuera a "Nunca digas buenas noches a un extraño", que tal vez sea uno de sus relatos más conocidos, la estrella de su primera antología, Unicornios sin cabeza (Ultramar CF nº 50, 1987). Ya había aparecido en la mítica revista Nueva Dimensión y su no inclusión por Domingo Santos en Lo mejor de la ciencia ficción española (Martínez Roca) siempre fue considerada uno de los escasos desaciertos de una antología que en muchos aspectos sigue estando vigente. "Ébano y acero" (ya comentado al hablar de Visiones 1996, seleccionado por Joan Manel Ortiz) tampoco entra en esta selección, debido a la inminente reedición de Lágrimas de luz por Gigamesh; se trata de un relato ambientado en el universo narrativo del inolvidable payaso Hamlet Evans. "Mein führer", otro de los relatos emblemáticos de la primera época de Marín (también apareció en Unicornios sin cabeza) ha sido seleccionado por Julián Díez para Lo mejor de la ciencia ficción española. 1980-2000 (Minotauro). Y su última maravilla, "La piel que te hice en el aire" (Artifex Segunda Época vol. 5, y Ediciones del I.E.S. "José Luis Castillo-Puche", col. Hécula nº 7, Yecla, 2001), tampoco ha entrado en La sed de las panteras debido a su extensión y a que está proyectada para la antología Bibliópolis de Pre-Textos. Quitando estos relatos, se puede afirmar sin lugar a dudas que lo que nos queda en La sed de las panteras es lo mejor de Marín... por el momento.

Esta antología nos presenta una panorámica temática y temporal de la obra de Rafael Marín. Entre el primero de estos relatos (en orden cronológico de escritura), "Navajas y caramelos", de 1978, y el último, "Al sol del ombú", de 2000, median veintidós años. Toda una vida. Toda una época dentro de la historia de la ciencia-ficción española.

Nacido en Cádiz en 1959, cuando Rafael Marín se licencia en Filología Inglesa ya ha publicado en Nueva Dimensión ("Habrá un día en que todos...", en el número 119, 1980) y tiene escrita la que sigue siendo una de las novelas emblemáticas de la ciencia-ficción española: Lágrimas de luz (Col. Fénix, 1982; reeditada en Orbis, Biblioteca de Ciencia Ficción nº 65, 1986, y próximamente por Gigamesh Libros). Se aproxima el final de la época dorada de los años setenta, los de las primeras HispaCones y la revista Nueva Dimensión. La edad oscura de los ochenta sobreviene con Marín convertido en uno de los autores más prometedores del panorama cienciaficcionero español. Ello es debido gracias a relatos como "La luna pálida" (Nueva Dimensión nº 136, 1981), donde el gaditano recrea la tragedia de una científica que, ante la catástrofe demográfica ocasionada por una guerra nuclear, decide clonarse a sí misma y regenerar a la Humanidad en la medida de lo posible. El final, tan simétrico como cortazariano, hoy no nos asombra (debido en parte a autores como el ya mencionado Félix J. Palma), pero en su momento supuso un toque de atención: Marín escribía bien y, no sólo eso, poseía una técnica y unas influencias literarias muy superiores a la media. La "generación perdida" de estos años ochenta (Marín, Elia Barceló, Planells) era capaz de escribir, en su veintena, mucho mejor que los autores consagrados, casi todos ellos autodidactas y curtidos, tanto en sus gustos literarios como en sus maneras estilísticas, por la novela popular, los famosos bolsilibros o "novelas de a duro". No obstante, los años ochenta demostraron, gracias a la colección de ciencia-ficción de Ultramar, que ambas generaciones literarias podían ofrecer lo mejor de sí mismas. Rafael Marín publica Unicornios sin cabeza en 1987; Ángel Torres Quesada, su trilogía de Las islas del infierno en 1989. Entretanto, Marín había publicado en Maser, el fanzine de Juan José y Jesús Parera, donde coincidió con otro tocayo, Rafael Marín Galvín, con quien no tenía ninguna relación de parentesco. Esta improbable pero posible casualidad llevó al gaditano a empezar a firmar sus escritos como Rafael Marín Trechera, costumbre que aún mantiene en ocasiones y que aguanta con estoica resignación.

La década de los noventa se abre con inmejorables presagios para nuestro autor. Su novela corta "Mundo de dioses" triunfa (ex aequo con "El círculo de piedra" de Ángel Torres Quesada) en la primera edición del premio UPC (Premios UPC 1991, Ediciones B, Nova CF nº 48, 1992).

1991 es un año interesante por otros motivos. El histórico número 13 de BEM contiene, además del relato de Elia Barceló "La estrella" (primer premio Ignotus de la historia, reeditado en Lo mejor de la ciencia ficción española. 1980-2000), uno de los mejores relatos de Marín: "De entre la niebla". Escrito en un solo párrafo, sin puntos y aparte, esta agobiante historia nos narra el sino mítico de Caín, presa de una maldición (nunca mejor dicho) bíblica, a la cual está condenado para toda la eternidad. El tono existencialista del argumento (vía Albert Camus), el evocador tiempo presente en que está narrada la historia (algo, por otra parte, muy frecuente en Marín, aunque sin llegar a los extremos de, pongamos por caso, James Tiptree, jr.) y la meticulosa construcción de la estructura narrativa nos hacen hablar de uno de sus primeros trabajos mayores. Posteriormente fue reeditado en Ozymandias (La calle de la costa, col. La espada y el reloj nº 3, 1995). No sería el único relato de Marín que iba a aparecer en BEM durante 1991: en el número 15, presentado durante la HispaCon de Barcelona (la primera de las actuales) se podía leer "A tumba abierta", una novela corta desarrollada en el mismo universo narrativo de Lágrimas de luz. Ganó el premio Ignotus en 1992. El mismo año en que aparece la primera entrega de su novela de fantasía en tres partes (que no trilogía) La leyenda del Navegante (Miraguano, col. Futurópolis nºs 31-33, 1992-93), su trabajo más ambicioso hasta la fecha. En la misma Miraguano publicaría en 1993 una novela juvenil, El muchacho inca. También escribe una novela autobiográfica todavía inédita, El anillo en el agua.

Durante los siguientes años, Marín publicaría al alimón en las páginas de BEM ("Esperando a Skywalker", nº 26, 1993, una divertida historia en tono autobiográfico en torno al viaje de Marín a Sevilla para asistir a la proyección de la trilogía Star Wars) y de Sueño del Fevre, el interesante y nunca suficientemente reivindicado fanzine de Carlos Díaz Maroto. En el número 3 (1991) aparecería "Cuando el ámbar asomaba", tétrica historia urbana (callejera, más bien) de fantasmas de yonkis "enganchados a la vida" sin ellos saberlo. En el número 4 (1994) se podía leer "Julia: amor y paranoia", que no era sino "Navajas y caramelos", el primero de los relatos de La sed de las panteras por orden cronológico de escritura. El error en el título fue subsanado al año siguiente en la antología Ozymandias. Es el delirio de un escritor celoso que en el paroxismo de su paranoia confunde celos con realidad.

La aparición de Ozymandias en 1995 supone una cierta cesura. Algunos de los relatos inéditos de la antología nos muestran a un Marín más próximo que nunca al mainstream ("Río sin retorno" y "Cenicienta del asfalto") y preocupado por algunos de sus temas recurrentes, como la desmedida sed de poder, caso de "Baraka", curiosa fantasía histórica en la que al Francisco Franco del 17 de julio de 1936 se le aparece un Franco procedente de un universo alternativo en el que un atentado (por lo demás, bastante bien documentado) le deja fuera del golpe de Estado. Por un tiempo, Marín reduce su cadencia como narrador y se centra en su gran pasión, el cómic. Relatos como "El hombre que no quería ser Spider-man" y la ampliación de "Mundo de dioses" a novela larga (Ediciones B, Nova CF nº 98, 1997) se ven complementadas por el ensayo Los cómics Marvel (Global Ediciones, 1995, premio Ignotus) y la serie Iberia, Inc., colaboración entre Marín y su buen amigo Carlos Pacheco, con quien ha colaborado con los guiones americanos de Los 4 Fantásticos. No deja de publicar relatos (ahí está "Ébano y acero"), e incluso se permite novelas cortas como "...Y sobre esta piedra" (BEM nº 62, 1998), sobre el hallazgo de pruebas de la existencia de Jesucristo en otro planeta. El final, tan lógico como previsible, desluce algo el resultado, pero hay que reconocer que se trata de una historia más que aceptable.

En 1999, Marín publica su primer gran cuento inédito en Artifex (tras "El acorazado Vladimir" y dos piezas cortas sobre superhéroes en la línea de "El hombre que no quería ser Spider-man", además de un fragmento de El anillo en el agua), "Las brumas de África", una historia completamente autobiográfica (igual que "Esperando a Skywalker", afirma que su porcentaje de veracidad es "Todo. De pe a pa. 100 por 100. Memorión que tiene uno") acerca de un suceso de su infancia. Narrado con extremo cariño y un delicioso sentido del humor, se centra en la tarde en que un niño no puede comprar un cómic porque el librero sufre un desvanecimiento y por un momento parece que está muerto. "Las brumas de África" es un anticipo de los últimos trabajos de Marín. Tras su etapa Nueva Dimensión de los primeros años ochenta sobrevino la etapa BEM de la década de los noventa, y a ella debemos sumar la etapa Artifex del último bienio. Ante la evidente arbitrariedad que por mi parte supone esta diferenciación en etapas, el propio autor me responde:

"Pues no sé qué decirte. Puede que sí, puede que no. Lo mismo uno escribe por rachas y esas rachas se ejemplifican en la publicación que en ese momento te hace el favor de hacerte un hueco. La época Artifex, desde luego, es la más clara. Y creo que la mejor."

Nos hallamos ante un Marín mejor escritor, más sereno, más maduro. Sus tres últimos relatos, en efecto, pueden ser los mejores que ha escrito, y parecen tener un común denominador. Se trata de fantasías suaves, sin estridencias, digeribles para alguien de fuera del género y al mismo tiempo disfrutables por fandomitas redomados. Cádiz y sus personajes se erigen en protagonistas. "Una canica en la palmera" es la historia de Lucía, una niña de ocho años que juega en el parque con Pablo, un niño de siete años que juega a juegos extrañísimos y sencillísimos, que viste de manera anacrónica, que se asusta con los fuegos artificiales y a quien encantan las películas antiguas de Tarzán. Nunca ha descrito Marín con tanto cariño a unos personajes, nunca ha comprendido tan bien al mundo de la infancia, nunca ha cuidado con tantos detalles el retrato de un Cádiz actual que aparece relacionado con algunos sucesos históricos de los años cuarenta sin la menor estridencia. La tía Patricia, además, es el nexo de unión (a través de su medio novio, Torre, un ex boxeador) con una novela costumbrista, aún inédita, Con la memoria partida. Apareció en Artifex Segunda Época vol. 3, desde el mismo instante de su publicación fue saludado como el mejor relato de Marín y ha sido un justo vencedor del premio Ignotus en su edición 2001. También será reeditado en Fabricantes de sueños. Selección 2001 (AEFCF).

No menos impresionante es "La sed de las panteras", que da título a la antología. Con este relato, finalista en esta edición de los Ignotus, Marín regresa (ya lo había hecho en "Baraka") a la guerra civil, pero con una historia de mayor fuste. Otra de sus grandes obras, junto con "Una canica en la palmera" (afirma: "Nunca he sido más feliz como escritor que escribiendo estas historias"), nos presenta un nuevo viaje a la idiosincrasia gaditana: aunque la acción se desarrolla en Madrid, tanto el título como el argumento son un homenaje a Rafael Alberti. En noviembre de 1936, el mismo día de la muerte de Durruti, un periodista francés, Jacques Dumas, es enviado al Museo del Prado, para participar en su evacuación. Dumas y su familia han vivido bajo el signo de una pintura maldita, un Goya desconocido, "La maja muerta", que mata a quien la contempla. Ya su bisabuelo, combatiente en las guerras napoleónicas, participa de esa maldición. El homenaje a Alberti, insisto, es evidente, tanto en el título como en la evacuación del Prado (el propio Dumas aparece en el relato de Marín como personaje de una obra teatral de Alberti). Pero, como buena fantasía histórica, el "efecto Connery", como da en llamarlo Julián Díez, va más allá: también Picasso es uno de los personajes de este relato. Ganó el premio Pablo Rido en su edición 2000, y fue publicado en Artifex Segunda Época vol. 4.

La piel que te hice en el aire

Aunque no se incluye en La sed de las panteras, "La piel que te hice en el aire" merece ser reseñado aquí. Viene a concluir, de momento, la trilogía gaditana o época Artifex de Marín. Publicada en el volumen 5 de Artifex Segunda Época, se hizo con el premio José Luis Castillo-Puche de novela corta. Cádiz está presente en el colegio en el que da clases Enrique, superviviente de un dúo artístico de la Movida madrileña (trasunto de las Costus) al que el sida y la drogadicción se llevó por delante. Enrique rememora aquellos momentos y, sobre todo, los años de alumno en aquel mismo colegio, en los que junto a su otra mitad, Julián, se inventó a un alter ego de ambos, Raúl Quimera, un fantasma que cobrará vida. La deliberada ambigüedad de los personajes y de la trama sitúa a este relato a la altura de "Una canica en la palmera" y "La sed de las panteras", y no resulta muy difícil adivinar que es uno de los más firmes candidatos al Ignotus del año que viene.

El único relato inédito de La sed de las panteras es "Al sol del ombú", que es también la última historia en orden cronológico de escritura. Narra los padecimientos de un dictador, claramente reconocible como Augusto Pinochet, a la espera de un dictamen sobre su capacidad para ser enjuiciado. La temática del poder omnímodo y corruptor es una constante de Marín, acaso debido a lo que el autor expresa con las siguientes palabras:

"Uno es un viejo intelectual de izquierdas y ese tipo de literatura-denuncia me gusta. Debe ser la secuela de cuando hacía teatro aficionado. Me gusta la cf como metáfora. La figura del dictador y del poder es muy poderosa, muy sugerente. Es lo que traté de contar en [Génave] el tercer volumen de La leyenda del Navegante, tanto en la confrontación entre Salther y su hermano como con la confrontación contra Savonarola."

Con ser el último trabajo de ficción que ha publicado Marín, no deberíamos quedarnos con la idea de que el gaditano vuelve a ralentizar su producción. En los últimos tiempos está creciendo como ensayista. Sus artículos sobre cine, publicados en la revista Stalker, mantienen siempre un nivel más que interesante, así como su trabajo sobre la novela Drácula publicado en Gigamesh. Su querido cómic está presente en Yellow Kid, la publicación que dirige y cuyo primer número espero que aparezca de una santa vez durante el mes de octubre, tras venir demorando su estreno durante todo este año. Al mismo tiempo, Marín continúa traduciendo a un ritmo inverosímil (debe andar cerca del centenar de novelas traducidas, incluyendo trabajos memorables como Ambiente de Jack Womack o Neverness de David Zindell) y buscando editor para sus novelas inéditas. En ese sentido, la lectura de La sed de las panteras supone una recapitulación necesaria de su obra, una antología en la que se encuentran algunos relatos completamente imprescindibles para comprender el sino de la reciente literatura fantástica española: producida desde el fandom para un público ajeno al fandom.


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